Una variante de la receta
del pulpo gallego es el pulpo político que, como estamos constatando, abunda en
todos los rincones del país.
Las inversiones pueden
verse muy afectadas,
y no pueden recuperarse si los inversores no creen en la viabilidad del contexto institucional español.
Un interesante estudio económico
(Lambsdorff)
analizaba que un incremento en la corrupción de un punto en una escala de 10
(altamente honesto) a 0 (altamente corrupto) baja la productividad en un 4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y hace disminuir los flujos netos
anuales de capital en un 0.5 por ciento del PIB. Una mejora de la corrupción en
6 puntos del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International
(como que Tanzania o Uganda llegaran al nivel del Reino Unido) incrementa el
PIB en más de un 20 por ciento y aumenta los flujos netos de capital a
alrededor del 3 por ciento del PIB.
¿Está realmente
preocupado Mariano Rajoy por incrementar la productividad y/o atraer capitales
extranjeros...o lo que le afecta es que puede perder las Elecciones?
Porque ya no le queda
mucho tiempo para poder salvar los
muebles…y conservar el puesto.
Los votantes confiaron
(por necesidad) en las promesas de
creación de empleo y demás
ilusiones de un engañosos programa electoral, que ha terminado
desvirtuado por los recortes: la subida del IVA, el copago, la reforma
laboral, la Lomce, el incremento de las diferencias sociales y, como colofón, la
corrupción…
En Economía se recurre a
un análisis “ceteris paribus” (todo
lo demás constante) para aislar la influencia que alguna variable en particular
ejerce sobre un fenómeno que esté condicionado por muchos factores.
¡Desgraciadamente,
en España lo único constante es el paro…y la corrupción!
Ya sólo le queda una
solución; como dijo Goebbels: “Éste
es el requisito para que la guerra pueda tener un final satisfactorio: que la
crisis en el campo enemigo estalle antes de que nosotros hayamos caído”.
¿Ahora
el enemigo es PODEMOS?
Mark
de Zabaleta
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